martes, 28 de octubre de 2008

EL EFECTO PYGMALION

Existe en nuestra cultura cierta propensión a caracterizar diversos tipos de comportamiento con mitos de la antigua Grecia. Así por ejemplo, el conocido mito de Edipo fue asociado por Freud con cierta dependencia de la figura paterna durante el desarrollo de la personalidad en los niños. A esto se le llamo complejo edopico.

A este mito se le ha atribuido el siguiente significado: "Cuando nos relacionamos con una persona, le comunicamos las esperanzas que abrigamos acerca de ella, las cuales pueden convertirse en realidad". Dicho en términos técnicos: las expectativas que una persona concibe sobre el comportamiento de otra, pueden convertirse en una "profecía de cumplimiento inducido".

Los científicos han hecho cientos de pruebas de este efecto, tanto en el aula como fuera de ella, y se han publicado innumerables libros que recogen sus conclusiones. La mas importante es que: El "Efecto Pygmalion", es un modelo de relaciones interpersonales según la cual las expectativas, positivas o negativas, de una persona influyen realmente en aquella otra con la que se relaciona.

La clave del efecto Pymalion es la autoestima. Las expectativas que yo tengo sobre el rendimiento de mis alumnos, después de haber puesto en practica infinidad de recursos pedagógicos, entre ellos la confianza en sus capacidades, suelen repercutir en su autoestima y constituyen una poderosa fuerza en el desarrollo de su personalidad.

Todos hemos tenido en nuestras vidas alguien que nos ha servido de Pygmalion, un familiar cercano, un maestro, un amigo. Si pensamos detenidamente estoy seguro que vendrán a nuestra mente nombres y rostros. Todos hemos sido o somos Pygmaliones para nuestros hijos o alumnos. Confiamos en ellos, le aconsejamos el mejor camino, y esperamos que con el tiempo se satisfagan nuestras expectativas.

Ahora bien, la efectividad del efecto Pygmalion depende en gran medida de la autoestima del propio Pygmalion. En otras palabras, un educador que posea una alta autoestima, suele ser el mas efectivo a la hora de inspirar en sus alumnos una autoestima elevada. Aquel educador que se mostrase torpe, fastidiado, cansado, aburrido no transmitirla a sus alumnos mas que eso mismo.

Si estamos interesados en la autoestima de nuestros alumnos tenemos primero que interesarnos por robustecer nuestra propia autoestima, como personas y como maestros. Un buen educador tiene que ser alguien seguro de si mismo, optimista. Alguien que tome la vida como reto, que sepa mirar siempre hacia arriba y a lo lejos, que trascienda constantemente su propia experiencia, que sepa trazarse metas altas y cumplirlas, que viva a plenitud cada minuto, que tenga de poeta y de loco. Pero todo esto sin perder la espontaneidad, la humildad, la alegría de vivir y el deseo de servir.

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